Campo de refugiados de Kakuma: la historia de Amina
Amina, una mujer sudanesa de 22 años, llegó al campo de refugiados de Kakuma, en Kenia, hace medio siglo.
A la edad de tan sólo 11 años, ella, su madre y sus ocho hermanos huyeron de su hogar en Kadugli para escapar del conflicto que se desarrollaba en su tierra natal.
Al recordar la guerra, describió la situación: "Los soldados mataban a gente inocente; su sangre se derramaba por todas partes en Sudán en ese momento.
“Entonces mi madre dijo: ‘Como han matado gente, tenemos que buscar la manera de salir de este país’”.
Amina tuvo que emprender un viaje de una semana a Kenia en un camión que transportaba a 13 familias de unas 11 personas cada una, seguidas por una escolta militar mientras viajaban hacia el aún más peligroso Sudán del Sur.
Su historia resume las luchas que enfrentan muchas personas desplazadas al llegar a un campo de refugiados.
Instalarse en Kakuma no estuvo exento de desafíos.
La transición trajo consigo una sensación de alienación y de extrañeza.
“Al principio, cuando llegamos, fue difícil para nosotros porque no conocíamos a la gente de aquí”, explica Amina, destacando las barreras culturales y sociales que encontraron.
La constatación de que pertenecían a tribus y comunidades diferentes añadió otra capa de complejidad a su proceso de integración.
Amina siempre encontró consuelo en la educación, incluso cuando era una niña en Sudán.
“En la escuela primaria, me enamoré de las matemáticas, el inglés y las ciencias”, compartió, reflexionando sobre las semillas de la pasión que se sembraron al principio de su trayectoria académica.
Su fascinación por las computadoras también surgió de sus experiencias en la infancia, ya que recuerda con cariño cómo jugaba con la computadora portátil de su padre cada vez que surgía la oportunidad.
Gracias al apoyo de organizaciones como Advocacy Initiative for Youth Development, Amina ahora está forjando un camino hacia el trabajo de sus sueños de convertirse en desarrolladora de software, desafiando las probabilidades en su contra.
El apoyo inquebrantable de mentores como Honore Ebengo, que dirige la Iniciativa de Defensa para el Desarrollo Juvenil, ha sido fundamental en el camino de Amina.
“Honore es una persona amable, servicial y maravillosa”, afirma efusivamente, reconociendo el papel fundamental que ha desempeñado en su desarrollo educativo y personal.
Su guía y estímulo le han inculcado un sentido de propósito y dirección, impulsándola hacia sus objetivos.
A pesar de su entusiasmo por aprender, el viaje de Amina ha estado plagado de obstáculos.
Comenzó a estudiar Ciencias de la Computación en 2023 como parte de un diploma en Cambridge con una beca parcial, pero tuvo que abandonarlo porque nadie podía apoyarla lo suficiente, explica, citando las limitaciones financieras como un impedimento importante para sus actividades académicas.
El acceso a Internet en Kakuma ha demostrado ser una puerta de entrada al conocimiento y la conectividad para Amina y otras personas en el campamento.
“Internet nos ha ayudado a saber qué está pasando en todo el mundo.
“Antes ni siquiera sabías qué había en Kenia, Uganda ni en ningún otro lugar. Pero ahora, gracias a internet, puedes investigar y encontrar novedades”.
Sin embargo, la realidad de los recursos y la infraestructura limitados significó que el acceso a Internet no siempre fue sencillo, en particular dadas las limitaciones financieras que enfrentaban muchos refugiados.
“En Kenia es muy difícil porque hay que tener crédito para poder comprarse productos”, explica Amina.
Sin embargo, el centro de la Iniciativa de Defensa para el Desarrollo de la Juventud, apoyado por unconnected.org, surgió como un faro de esperanza para jóvenes como Amina, ya que a través de su provisión de WiFi ella y sus compañeros obtuvieron acceso a Internet gratuito, lo que la ayudó a mantenerse informada sobre lo que está sucediendo en Sudán y también a sentar las bases para sus aspiraciones en el campo del desarrollo de software.
La naturaleza de la conexión WiFi instalada en el campo de refugiados todavía implica que la velocidad de Internet puede verse afectada, por lo que ella considera que es su deber ser productiva cuando puede conseguir una conexión a Internet estable.
“Cuando llego al centro, cuando la conexión a Internet es buena, tengo que utilizarla.
“Pero si no es fuerte, voy a tener que faltar a mi clase porque no hay otro lugar donde pueda encontrar internet para estudiar en línea, eso es lo que nos está afectando”.
Mirando hacia el futuro, Amina se mantiene firme en la búsqueda de su máximo sueño de convertirse en desarrolladora de software fuera de Kenia.
Dicho esto, todavía consideraría un éxito hacerlo en Kenia, siempre y cuando encuentre una educación que pueda ayudarla a lograr lo que desea.
Reflexionó con nostalgia sobre la importancia de la perseverancia y el autodescubrimiento para otras jóvenes que ingresan al campamento de Kakuma.
“Mi esperanza para otras personas o los más jóvenes que aún no han comenzado sus estudios es que tengan que trabajar duro para saber qué es lo que quieren en su vida.
Lo único que les puedo decir es que deben esforzarse por saber qué quieren en la vida. Ya sabes, cuando uno quiere algo, lo consigue. Pero cuando no sabe a qué aspira, es muy difícil.
Independientemente de los obstáculos que puedan enfrentar, ella les implora que permanezcan firmes en su búsqueda del conocimiento y la realización tal como ella lo hace con respecto a su edad y género.
Amina es la más joven de su clase, pero cree que esto no tiene por qué afectarla negativamente.
En términos de ser mujer, ella reflexiona que eso puede tener tanto grandes beneficios como enormes inconvenientes en el entorno de los campos de refugiados.
Ser niña no significa que no puedas alcanzar tus metas. En Kenia, tenemos muchas oportunidades para que las niñas logren lo que desean.
Por otro lado, la experiencia de ser niña en Kenia depende de la familia en la que estés. Si en tu familia hay niños, tienes que trabajar temprano por la mañana para cocinarles. Por la noche, tienes que cocinarles. Tienes que hacer todo el trabajo.
Entonces, si perteneces a una buena familia que reconoce el valor de una niña, tienes que compartir las dificultades. Pero cuando perteneces a una familia que dice que las niñas deben trabajar por todo, es un trabajo duro, es muy difícil para una mujer.
A pesar de tener hermanos menores en la familia, ya que ya no es una de nueve como lo era cuando llegó a Kakuma sino la tercera mayor de doce hermanos, y por lo tanto tiene más tareas y responsabilidades en casa, Amina está decidida a cumplir sus sueños.
Con Internet a su disposición y su inmensa dedicación, no tenemos dudas de que esto no será posible para ella.